viernes, 18 de marzo de 2011

Un éxodo japonés que nunca ocurrió

La crisis en la planta de energía nuclear de Fukushima parece que comienza a controlarse. Desde camiones-tanque hasta helicópteros militares han sido utilizados para disminuir la temperatura en los reactores de la central atómica. Los responsables de Tokyo Electric Power, compañía que controla la central, han dado cifras que señalan el descenso de radiación hasta los 279.4 microsieverts por hora, lo que equivale a un poco más de la mitad en una prueba médica de rayos-X.

La japonesa Kanae Omura intenta mantener la calma. Es antropóloga y vive en la ciudad de Ichinoseki, que se encuentra al noreste de Tokio y a unos 180 kilómetros de la planta de energía nuclear de Fukushima. Ella, como cientos de japoneses, hacen inmensas filas en centros comerciales y en gasolineras para proveerse de alimentos, agua, productos enlatados y combustible. Le pregunto que si esto significa que en los próximos días vendrá un éxodo masivo y suelta una descarada carcajada. Me siento apenado por el cuestionamiento y ella se disculpa, me explica que simple y sencillamente se preparan para proveerse y tener todo lo necesario en casa. Sí, existen grandes filas afuera de las gasolineras -incluso la gente se queda a dormir dentro de sus vehículos por la noche, a muy bajas temperaturas- para obtener unos galones de combustible en caso de una emergencia, pero no para abandonar Japón. Ellos le llaman prevención.



Foto: Jorge Villalpando Castro

Los supermercados están vacíos -continúa relatando Kanae-, por el gran desabasto de productos de primera necesidad, productos básicos. El combustible es escaso y éste no llega a los camiones y tractocamiones que llevan los perecederos a las provincias. Además, el gobierno nipón impuso un plan de ahorro de energía eléctrica y dofisican el combustible.


Confianza en el gobierno


Kanae está tranquila. Los guantes y su bufanda son del mismo color, con flores en las esquinas. Usa unas botas que rebasan sus rodillas. estamos a dos grados centígrados. Ya anhela que llegue el calor de la primavera y que este frío un tanto atípico desaparezca. Ella dice confiar en lo que dicen las autoridades y asume que no ocultan información ante una situación tan delicada. No muestra tener miedo o pánico. Le pregunto que si la gente de a pie está tan tranquila como ella y me comenta que todos intentan regresar a sus actividades cotidianas, como si no pasara nada. Dice que no tiene caso preocuparse de más pero no deja de tener cautela y sobre todo está muy pendiente, como lo está el mundo entero, de lo que ocurra en Fukushima, sea para bien o para mal.

Por lo pronto, Kanae se levanta de la silla, se despide y se dirige hacia un local donde los maniquíes muestran, entre otras cosas, trajes de baño.

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